Los dos conejos: adaptación de la fábula de Tomás de Iriarte
Había una vez un conejo que corría como un rayo porque lo perseguían dos perros grandes. Mientras escapaba, se encontró con otro conejo que salió de su madriguera y le preguntó:
—¡Espera, amigo! ¿Qué sucede?
—¡Uf! ¡Estoy sin aliento! Dos pícaros galgos me vienen persiguiendo.
El otro conejo miró a lo lejos y dijo:
—Sí, veo a los perros, pero no son galgos.
—¿Cómo que no? —, contestó el primer conejo—. ¡Te digo que son galgos, seguro!
—¡No, no! Son podencos.
—¡Qué dices! ¡Son galgos y muy galgos! ¡Yo sé lo que veo!
—Son podencos, créeme. ¡Tú no entiendes!
Y así, los dos conejos se pusieron a discutir si los perros eran galgos o podencos, olvidando que debían seguir corriendo. Mientras seguían discutiendo, los perros los alcanzaron y… ¡pum! Ambos conejos fueron atrapados.
Moraleja de la fábula Los dos conejos
A veces, mientras discutimos por cosas sin importancia, nos olvidamos de lo que realmente importa.