La rana y el renacuajo: adaptación de la fábula de Tomás de Iriarte
A la orilla de un gran río, llamado el Tajo, una pequeña rana y su hijo renacuajo estaban charlando tranquilamente. El renacuajo estaba maravillado con el paisaje y le decía a su mamá:
— ¡Mira, mamá! ¡Qué hermosas son las hojas y lo alto que crece este cañaveral! ¡Todo es tan verde y hermoso!
La rana escuchaba a su hijo con una sonrisa, y mientras hablaban, de repente, un fuerte viento empezó a soplar, moviendo todo a su paso. Las cañas del cañaveral se sacudían y se doblaban de un lado a otro. De repente, una de las cañas más grandes se rompió y cayó al río.
Entonces, la rana, con tono cariñoso, le dijo al renacuajo:
— Ven a verla, hijo mío. ¿Ves cómo, aunque parecía fuerte y alta, la caña fue derribada por el viento? Es importante recordar que a veces las apariencias engañan, y no todo es tan firme como parece.
El renacuajo observó la caña caída en el agua y comprendió la lección de su mamá.
Moraleja de la fábula La rana y el renacuajo
Las apariencias a veces nos pueden engañar; lo importante es lo que hay en el interior de las personas.