El perro y el trozo de carne: adaptación de la fábula de Esopo
Un perro había encontrado un gran trozo de carne y lo llevaba en su boca, muy feliz por su hallazgo.
—¡Qué suerte la mía!, pensó mientras lo llevaba orgulloso en su boca. Este es el mejor festín que he tenido en mucho tiempo. ¡No compartiré esto con nadie!
Caminando, feliz con su botín, llegó a un arroyo y comenzó a cruzar un puente. Mirando hacia abajo, vio algo que lo detuvo en seco.
—Pero ¡qué es esto! se dijo. —Ese perro ahí abajo… ¡tiene un trozo de carne aún más grande que el mío! No puede ser.
Deslumbrado por la codicia, decidió que quería el trozo de carne «del otro perro» y comenzó a agitarse.
—Si logro asustarlo, seguro que dejará caer su carne y será mía. ¡Tendré dos trozos de carne! ¡Seré el perro más afortunado!
Abrió su boca para ladrar, con la intención de asustar al supuesto perro y quitarle el trozo. Pero, al abrir su boca, su propio trozo de carne cayó al agua. El perro miró con desesperación cómo el agua se lo llevaba.
El perro se quedó sin nada, lamentando haber sido tan codicioso.
Moraleja de la fábula El perro y el trozo de carne
La codicia puede llevarnos a perder lo que ya tenemos. A veces, en nuestro deseo por obtener más, terminamos sin nada.