El mono y el titiritero: adaptación de la fábula de Tomás de Iriarte
Había una vez un mono muy listo que trabajaba con un titiritero, un maestro que le había enseñado muchas habilidades y trucos. El mono sabía hacer toda clase de piruetas, saltos y hasta algunos trucos de magia. Un día, mientras el titiritero estaba fuera, el mono decidió invitar a sus amigos animales para que vieran todos sus trucos.
Cuando todos llegaron, el mono comenzó su espectáculo. Primero hizo como si estuviera dormido, luego bailó, dio saltos mortales, e hizo giros en el aire. Sus amigos lo miraban, asombrados, y aplaudían cada vez que hacía algo nuevo. El mono estaba tan feliz que decidió hacer el mejor truco de todos: ¡la linterna mágica!
El mono apagó las luces y se preparó para mostrar imágenes mágicas con la linterna. Pero había un problema: por error, dejó la linterna apagada. Sin darse cuenta, comenzó a hablar muy serio, describiendo cada imagen y diciendo a sus amigos que miraran con atención. Sin embargo, los animales no podían ver nada, y empezaron a confundirse y a reír un poco.
Justo en ese momento, llegó el titiritero y vio lo que estaba pasando. Sonriendo, le dijo al mono:
—Amigo, de nada sirve que expliques con tanto entusiasmo si tienes la linterna apagada. Sin luz, nadie puede ver lo que quieres mostrar.
Moraleja de la fábula El mono y el titiritero
De nada sirven las palabras o el conocimiento si no se presentan con claridad.