El lobo y el caballo: adaptación de la fábula de Fedro
Un día, un lobo hambriento vio a un caballo pastando tranquilamente en un prado. El lobo, astuto, pensó: «Si logro engañar a este caballo, podré tener un gran banquete».
El lobo se acercó al caballo fingiendo ser amable y le dijo:
—Querido amigo caballo, noto que tienes una herida en una de tus patas. ¡Qué pena me da verte así! Como soy muy sabio en cuestiones de salud, déjame ayudarte a curarla.
El caballo, que no confiaba en el lobo, pensó rápidamente en un plan para alejarlo.
—¡Oh, muchas gracias, lobo! —dijo el caballo fingiendo estar agradecido—. Me gustaría que me ayudaras, pero necesitarías abrirme la herida para curarla. Para hacerlo, te sugiero que uses tus dientes, ya que son muy afilados.
El lobo, creyéndose muy listo, se acercó más y abrió su boca para morder la supuesta herida. Pero en ese momento, el caballo le dio una fuerte patada con sus poderosas patas traseras, enviando al lobo volando por los aires.
—¡Eso te pasa por intentar engañarme! —dijo el caballo—. No subestimes a los demás, porque podrían ser más listos de lo que piensas.
El lobo, adolorido, aprendió que no siempre las mentiras y el engaño son el mejor camino.
Moraleja de la fábula El lobo y el caballo
No trates de engañar a los demás para aprovecharte de ellos. La astucia malintencionada suele volverse en contra de quien la usa.