El Lobo y la garza: adaptación de la fábula de Fedro
Un día, un lobo devoraba un gran trozo de carne con tanta avidez que un hueso se le quedó atrapado en la garganta. Incapaz de quitárselo y con gran dolor, el lobo comenzó a desesperarse, temiendo que moriría si no lograba deshacerse del hueso.
De repente, vio a una garza y, pensando en una solución, la llamó y le dijo:
—Querida garza, tengo un hueso atorado en la garganta y no puedo sacarlo. Si me ayudas a quitármelo, te recompensaré generosamente.
La garza, aunque sabía lo peligroso que era acercarse al lobo, aceptó la oferta, esperando la recompensa prometida. Con mucho cuidado, metió su largo pico en la garganta del lobo y, después de mucho esfuerzo, logró sacar el hueso.
—¡Ah! —dijo el lobo, aliviado—. Ahora estoy libre del dolor gracias a ti.
La garza, habiendo cumplido su parte, pidió la recompensa que el lobo le había prometido.
—¿Recompensa? —dijo el lobo con una sonrisa burlona—. Ya tienes tu recompensa: has metido tu cabeza en la boca de un lobo y has salido con vida. ¿Qué más quieres?
La garza, ofendida y sin poder hacer nada, se marchó con las manos vacías, lamentando haber confiado en la palabra de un lobo.
Moraleja de la fábula El lobo y la garza
No esperes gratitud ni recompensa por hacer favores a los malvados. A menudo, aquellos que son deshonestos y egoístas no valoran la ayuda que reciben.