El león y el ratón: adaptación de la fábula de Esopo
Había una vez en una espesa selva, un poderoso león que dormía plácidamente bajo la sombra de un árbol grande. Mientras dormía, un pequeñito ratón comenzó a jugar encima de él. Este juego despertó al león, que capturó al ratón con una de sus grandes patas.
—¿Cómo te atreves a molestarme?—rugió el león—. ¡Voy a comerte!
El ratón, asustado, le suplicó al león que lo dejara ir. —Por favor, señor León, —dijo temblando,—si me perdonas la vida, quizá un día pueda ayudarte a ti.
El león soltó una gran carcajada.—¿Cómo podrías tú, tan pequeño y débil, ayudarme a mí? — El león, divertido por la idea de que un pequeño ratón pudiera ayudarle, decidió soltarlo.
Días más tarde, el león cayó en una trampa de cazadores. Rugía y luchaba con todas sus fuerzas, pero no pudo liberarse. El ratoncito, al oír los rugidos, corrió hacia el león y vio que estaba atrapado y le dijo:
—¡No te preocupes, amigo león! Aunque soy pequeño, puedo ayudarte. Sin pensarlo, comenzó a roer las cuerdas de la red con sus afilados dientes y, después de un rato, consiguió hacer un agujero por donde el león pudo escapar.
—Te lo dije—dijo el ratón—, incluso un pequeño ratón puede ayudar a un gran león.
El león, agradecido, comprendió que incluso los amigos más pequeños pueden ser de gran ayuda. Y así, el pequeño ratón y el poderoso león se convirtieron en buenos amigos para siempre.
Moraleja de la fábula El león y el ratón
No subestimes a los demás por su tamaño o apariencia. Incluso los más pequeños pueden hacer grandes cosas.