El grajo soberbio y el pavón: adaptación de la fábula de Fedro
Un día, un grajo vio a un grupo de pavos reales paseando por el bosque. Al observar sus brillantes plumas de colores, se sintió envidioso.
—¡Qué hermosos son esos pavos reales! Si yo pudiera tener plumas así, todos me admirarían—, pensó el grajo.
Decidido a ser tan bonito como los pavos reales, el grajo comenzó a recoger las plumas que los pavos habían perdido. Las pegó en su propio cuerpo, una por una, hasta que estuvo cubierto de plumas de colores. Luego, muy orgulloso, fue a reunirse con los pavos reales.
—¡Miren qué hermoso soy! —exclamó el grajo—. ¡Ahora soy uno de ustedes!
Pero los pavos reales lo reconocieron de inmediato y, molestos por su engaño, comenzaron a arrancarle las plumas falsas una a una. Cuando terminaron, el pobre grajo quedó nuevamente con su plumaje negro y fue expulsado del grupo.
Avergonzado, el grajo regresó con las otras aves de su especie. Pero, al haber intentado ser alguien que no era, tampoco ellas lo querían cerca.
—Si hubieras estado contento con ser quién eres, no estarías tan solo ahora —le dijeron.
Y así, el grajo aprendió una valiosa lección.
Moraleja de la fábula El grajo soberbio y el pavón
No debes intentar ser alguien que no eres. Es mejor aceptarse y estar contento con lo que uno tiene en lugar de intentar impresionar a los demás con engaños.