La hormiga y la pulga: adaptación de la fábula de Tomás de Iriarte
Había una vez una hormiga muy trabajadora que se esforzaba mucho para recoger comida y construir su hormiguero junto a sus compañeras. Cada día, ella y las demás hormigas cargaban semillas, organizaban los graneros y se ayudaban unas a otras, trabajando sin descanso para tener todo listo para el invierno.
Un día, la hormiga se encontró con una pulga. La hormiga, emocionada, empezó a contarle a la pulga todas las cosas que hacían en el hormiguero: cómo construían sus casitas, cómo recolectaban comida y cómo se ayudaban unas a otras. Era un trabajo duro, pero muy importante.
La pulga, sin embargo, no parecía impresionada. Cada vez que la hormiga le contaba algo, la pulga solo respondía con frases como — Sí, claro, ya sabía eso—, — No es gran cosa—, o — No tiene nada de especial.
Al final, la hormiga, un poco molesta, le dijo a la pulga: — Si crees que es tan fácil, ¿por qué no vienes a ayudarnos un día al hormiguero?
La pulga, algo molesta por la invitación, respondió: —¡Ay, por favor! Seguro que no es tan difícil. Solo es ponerse a hacerlo… pero ahora tengo cosas que hacer. ¡Hasta otro día!
Y así, la pulga siguió su camino, sin haber movido un dedo para ayudar. La hormiga, en cambio, volvió a su trabajo, sabiendo que el esfuerzo y la colaboración de cada una de las hormigas hacían posible construir un lugar seguro para el invierno.
Moraleja de la fábula La hormiga y la pulga
Es fácil hablar y aparentar saber mucho, pero lo que realmente cuenta es el esfuerzo y el trabajo que ponemos en lo que hacemos.