El Pastor mentiroso: adaptación de la fábula de Esopo
Había una vez un joven pastor que cuidaba un rebaño de ovejas cerca de un pequeño pueblo. Cada día, llevaba a las ovejas a pastar a las colinas cercanas. Aunque su trabajo era sencillo, a menudo se aburría, ya que no tenía compañía aparte de las ovejas.
Un día, para entretenerse y causar algo de alboroto, decidió gastar una broma a los aldeanos. Subió a lo alto de una colina y comenzó a gritar con todas sus fuerzas:
—¡El lobo! ¡El lobo! ¡Viene el lobo a comerse las ovejas!
Al escuchar los gritos desesperados del pastor, los aldeanos dejaron lo que estaban haciendo y corrieron hacia las colinas para ayudar. Pero cuando llegaron, encontraron al pastor riendo a carcajadas.
—¡No hay lobo! —les dijo entre risas—. Solo quería divertirme un poco.
Los aldeanos, molestos por la falsa alarma, regresaron al pueblo.
Unos días después, el pastor, disfrutando del éxito de su primera broma, decidió repetirla. Una vez más, subió a lo alto de la colina y gritó:
—¡El lobo! ¡El lobo!
Los aldeanos, aunque dudosos esta vez, volvieron a correr para ayudarlo. Y una vez más, el pastor los engañó y se rió de su preocupación.
Sin embargo, poco después, un verdadero lobo apareció en las colinas y comenzó a atacar al rebaño del pastor. Asustado, el joven pastor corrió hacia la colina y gritó con todas sus fuerzas:
—¡El lobo! ¡El lobo! ¡Por favor, ayúdenme!
Pero esta vez, los aldeanos, pensando que se trataba de otra broma, ignoraron sus gritos. Nadie acudió en su ayuda. El lobo atacó a las ovejas, y el pastor perdió a todo su rebaño.
Moraleja de la fábula El Pastor mentiroso
Nadie cree a un mentiroso, incluso cuando dice la verdad.