Cuento: La fiesta en el Bosque Nevado
En el Bosque Nevado, vivía Olaf, un oso pardo que prefería la calma de su cueva a las fiestas del bosque. Mientras los demás animales celebraban, él disfrutaba de la tranquilidad y el suave caer de la nieve.
Una noche, bajo un cielo estrellado, Olaf miró hacia el bosque iluminado y murmuró: —Quizás este año sea diferente.
Esa misma noche, Luna la liebre y Pico el petirrojo planearon organizar una gran fiesta navideña para todos en el bosque.
—¿Y si invitamos a Olaf? —propuso Pico con entusiasmo.
—Es cierto —respondió Luna—. Todos deberían sentir el espíritu de la Navidad, incluso Olaf.
Así, los animales comenzaron a prepararse para una celebración especial, con la esperanza de que Olaf se uniera a ellos.
En el Bosque Nevado, la invitación a Olaf generó comentarios entre los animales.
—Olaf nunca se une a las fiestas —dijo Berta la tejona.
Pero Tomás el ciervo sonrió: —¿Y si esta vez cambia de opinión?
Eligieron a Ras la ardilla para llevar la invitación hasta la cueva de Olaf. Al llegar, Ras tocó la entrada suavemente y esperó.
—¿Qué ocurre? —preguntó Olaf, sorprendido.
—Es una invitación para la fiesta de Navidad. Nos encantaría que vinieras —dijo Ras, entregándole el mensaje.
Olaf miró la invitación y, con una leve sonrisa, respondió: —Gracias, Ras. Pero las fiestas no son lo mío.
—Si cambias de opinión, serás bienvenido —le dijo Ras, y se marchó, dejando un destello de esperanza en la fría noche del bosque.
Esa noche, en la soledad de su cueva, Olaf observaba la invitación. Los recuerdos de su juventud volvieron a su mente: las risas, las celebraciones y los buenos momentos con su familia. Pero esos recuerdos también traían dolor, pues una avalancha le había arrebatado a sus seres queridos, y desde entonces, Olaf se había apartado de todos.
—¿Podría… podría volver a sentir esa alegría otra vez? —se preguntó en voz baja.
Mientras tanto, en el bosque, Luna y Pico dirigían a los animales que decoraban con guirnaldas y bayas rojas. Melodía la alondra practicaba canciones, y todos se preparaban para una noche mágica, esperando que Olaf, quizás, se uniera a la celebración y redescubriera la calidez de compartir con otros.
Una fuerte tormenta de nieve cubrió el Bosque Nevado justo antes de la fiesta. Las ráfagas amenazaban con deshacer todos los preparativos. Clara, la ardilla, temblaba mientras decía: —¿Qué haremos ahora?
Luna, decidida, exclamó: —¡No dejaremos que la tormenta arruine nuestra fiesta! ¡A limpiar y asegurar las decoraciones!
Tomás y Serafín despejaron la nieve, mientras otros reforzaban las guirnaldas. Desde la entrada de su cueva, Olaf observaba cómo sus amigos trabajaban unidos bajo la nieve y sintió un cálido impulso de unirse a ellos. Con paso firme, salió de su cueva y se unió a los animales, ayudando a limpiar el claro.
Luna corrió hacia él y dijo emocionada: —¡Olaf! Tu ayuda es invaluable para todos nosotros.
Con el claro iluminado por una fogata, Olaf, rodeado de sus nuevos amigos, decidió compartir su historia.
—Hace años, una avalancha cambió mi vida, y desde entonces elegí la soledad —confesó, mientras todos lo escuchaban con cariño.
Luna tocó su pata y le dijo: —Aquí siempre tendrás un hogar y amigos.
Esa noche, entre risas y música, Olaf sintió el calor de una nueva familia. Melodía y su banda de grillos tocaron canciones navideñas, y Olaf se unió a cantar. Luego, compartió su miel con todos, ganándose el aplauso de los comensales.
—Esta noche es el comienzo de algo especial para mí —dijo Olaf conmovido.
Luna, sonriente, propuso: —Hagamos de esta fiesta una tradición anual para celebrar nuestra unión.
Olaf regresó a su cueva, sintiéndose por fin acompañado, sabiendo que había encontrado un verdadero hogar en el Bosque Nevado.
FIN
