Cuento: La fábrica secreta de juguetes
Tomás, un niño curioso, decidió explorar una parte misteriosa del bosque cercano. Entre las colinas, encontró una pequeña puerta oculta. Al empujarla, entró en un túnel iluminado por luces de colores que lo llevaron a una gran fábrica mágica llena de juguetes vivos.
Un osito de peluche llamado Bella lo saludó alegremente:
—¡Hola! Soy Bella. ¿Eres un niño de verdad?
—Sí, y… ¿ustedes están vivos? —preguntó Tomás, asombrado.
—¡Así es! Ven, te mostraremos nuestro mundo —dijo Bella con entusiasmo.
Tomás, lleno de emoción, aceptó la invitación de Bella para explorar este lugar mágico.
Bella presentó a Tomás a sus amigos: Robi, un robot ingeniero; Lila, una muñeca de porcelana artista; y Ruedas, un cochecito veloz. Le mostraron toda la fábrica y le pidieron mantener el secreto para proteger la magia.
Justo entonces, Bella recibió una alerta: “Don Gruñón, un soldado de plomo, planea sabotear la fábrica antes de Navidad”.
—Tomás, necesitamos tu ayuda para detenerlo y salvar la Navidad —le pidió Bella.
—¡Cuenta conmigo! —dijo Tomás, decidido.
Con sus nuevos amigos, Tomás se preparó para enfrentar este reto y proteger la magia de la Navidad.
Con valentía, Tomás y los juguetes idearon un plan para enfrentar a Don Gruñón. Bella organizaba las tareas, Robi preparaba robots como distracciones, y Lila inspeccionaba las líneas de ensamblaje.
—La cooperación será nuestro mayor aliado —dijo Bella, llena de esperanza.
Juntos, superaron trampas y acertijos hasta llegar al taller escondido de Don Gruñón. Al verlo, en lugar de pelear, Tomás decidió hablar con él.
—¿Por qué haces esto? —preguntó Tomás.
—Porque me siento olvidado… ya no me quieren —admitió Don Gruñón con tristeza.
—Podemos ayudarte a encontrar un nuevo propósito, sin lastimar a otros —le ofreció Tomás.
Don Gruñón aceptó, y juntos repararon la fábrica. Trabajaron en equipo y aseguraron que todos los juguetes estuvieran listos para Navidad, aprendiendo el valor de la amistad y la colaboración.
La mañana de Navidad amaneció clara y fría. El hogar de Tomás se llenaba de aromas festivos: galletas recién horneadas y chocolate caliente.
Tomás abrió una caja que sus amigos le habían dejado. —¡Miren, este regalo viene de amigos muy especiales! —, dijo con sorpresa.
Sus padres sonrieron, maravillados por la luz en los ojos de Tomás.
—Parece que has vivido aventuras increíbles, hijo —comentó su padre.
Con el corazón lleno de recuerdos y aprendizajes, Tomás atravesó la puerta mágica, regresando al mundo real. Llevaba consigo la magia y las lecciones de la fábrica secreta, sabiendo que siempre podría volver a ese mundo mágico en sus sueños.
FIN