Cuento: La brujita y el hechizo de la amistad
En un pueblito con bosques y colinas verdes vivía Mara, una joven bruja con cabello oscuro y ojos verdes brillantes. Su casa era una cabaña escondida entre flores y enredaderas. Mara sabía hacer magia desde pequeña, porque su abuela le enseñó a hablar con las plantas y cambiar el color de las flores. Pero Mara estaba triste porque no tenía amigos con quienes compartir secretos y jugar.
Cada día, Mara iba al pueblo a buscar amigos, pero los niños se asustaban y se iban corriendo. —Ahí viene la bruja—, susurraban.
Una tarde, sentada bajo su árbol favorito y leyendo un libro de hechizos de su abuela, Mara pensó mucho. Con Halloween cerca, se le ocurrió una idea. —Este Halloween será diferente—, se dijo a sí misma, —voy a hacer un hechizo para hacer amigos y mostrarles que no deben tenerme miedo. La verdadera magia es la amistad.
Con esa idea, Mara cerró su libro y se fue a su cabaña mientras las estrellas empezaban a salir, brillando como si estuvieran de acuerdo con su plan.
Cuando se acercaba Halloween, Mara se sintió emocionada por el ambiente festivo con calabazas y fantasmas de papel por todas partes. Decidió buscar un hechizo para hacer amigos en sus libros antiguos y encontró uno especial llamado «Hechizo de Vínculos Fraternos». Necesitaba ingredientes raros como una pluma de búho y polvo de diamante.
La noche antes de Halloween, Mara preparó todo en un círculo de piedras y empezó a decir el hechizo bajo la luna llena. Pero de repente, un viento fuerte sopló y apagó la vela. Mara sintió que algo no iba bien.
Al día siguiente, corrió al pueblo esperando ver a los niños felices, pero nadie estaba por allí. —¿Dónde están todos?— se preguntó, preocupada. Pronto se dio cuenta de que el hechizo había hecho a los niños invisibles.
El pueblo estaba en silencio, sin niños a la vista, solo sus voces invisibles flotaban en el aire. Mara, en el centro de la plaza, sabía que debía arreglar las cosas. Con voz clara, dijo: —¡Atención, por favor! Soy responsable de esto y lo siento mucho. Prometo encontrar una solución. Por favor, denme una oportunidad de corregir mi error.
Los padres, aunque asustados, empezaron a escucharla. Mara corrió a su cabaña para buscar en sus libros algún hechizo que pudiera deshacer el daño.
Mientras Mara buscaba, una voz infantil se escuchó: —¿Podemos ayudar?—. Era Lila, aunque Mara no podía verla. —Sí, somos nosotros, y sabemos que no quisiste hacer esto— dijo otra voz, la de Tomás.
Juntos, Mara y los niños invisibles comenzaron a revisar libros y mapas y, mientras Mara les enseñaba magia, los niños compartían historias y risas, creando un ambiente cálido y amistoso que Mara siempre había deseado.
Lila hablaba de las estrellas, fascinada por el mapa estelar de Mara, mientras Tomás preguntaba sobre criaturas mágicas, compartiendo su amor por los animales. Cada historia personal acercaba más a Mara al grupo, haciéndola sentir parte de algo especial.
Después de varias horas de búsqueda, Mara encontró un viejo pergamino titulado «Reversión del Velo». Este hechizo requería la participación de los niños, un trabajo en equipo para revertir la invisibilidad. —Este hechizo es perfecto porque podemos hacerlo juntos—, explicó Mara, emocionada.
Esa noche de Halloween todos se reunieron en el claro del bosque, bajo la luna y las estrellas. Formaron un círculo y, con cada ingrediente que añadían y cada palabra que pronunciaban, la magia crecía. Mara y los niños, que nadie podía ver, pero todos podían sentir, se preparaban para el hechizo especial. Rodeados de hierbas y símbolos en el suelo, todos compartían historias y risas.
Finalmente llegó el momento del hechizo y todos, cogidos de la mano, empezaron a recitar las palabras mágicas. La noche de Halloween envolvió el claro en misterio y luz de luna. Sentían la magia pasar por ellos, uniendo a todos no solo en su deseo de verse de nuevo, sino como amigos para siempre, por una aventura que nunca olvidarían.
Los niños, emocionados, repetían la última parte del hechizo que pronunciaba Mara. El viento soplaba las hojas alrededor, y el círculo brillaba más y más. Con un destello final, el hechizo culminó, y los niños aparecieron visibles, riendo y llorando de felicidad.
Después de romper el hechizo, el claro del bosque se llenó de luces de farolillos y música, convirtiéndose en un espacio festivo para todos. Los niños, visibles y felices, jugaban entre risas, celebrando estar de nuevo con sus familias.
Al final de la noche, Mara contempló el bosque, recordando su antigua soledad y sintiendo una alegría profunda por haber encontrado su verdadero lugar. Los fuegos artificiales iluminaban el cielo, simbolizando el inicio de un nuevo capítulo en su vida, uno lleno de amistad y amor.
FIN