Cuento: El muñeco de nieve que quería ir al Polo Norte
En una fría tarde de diciembre, Ana y Luis se emocionaron al ver caer una intensa nevada. Decidieron construir un muñeco de nieve en su patio y lo llamaron Copito. Dotado de una zanahoria por nariz y un viejo sombrero de lana, Copito parecía sonreír. Esa noche, el destello de una estrella fugaz tocó a Copito, y por la magia de la Navidad, cobró vida.
Al amanecer, Copito sintió un fuerte deseo de aventura. Miró hacia el cielo brillante y dijo, —Quiero ver el mundo y conocer a Papá Noel en el Polo Norte.
Cuando Ana y Luis descubrieron que Copito había cobrado vida, saltaron de alegría.
—¡Copito, hablas y te mueves!—, exclamó Luis. Copito, con una sonrisa formada de ramitas, respondió: —Y tengo un gran sueño: quiero llevar alegría como Papá Noel.
Los niños prometieron ayudarlo en su aventura. Con la ayuda de Don Manuel, el sabio vecino, Copito se preparó para el viaje. Don Manuel le entregó un mapa mágico y le dijo: —Este mapa te guiará, pero recuerda, la verdadera guía está en tu corazón—. Copito guardó el mapa y, envuelto en una bufanda roja, se despidió con la promesa de regresar lleno de historias.
En su camino, Copito conoció a Píxel, un conejo del bosque encantado. —¿Quién eres tú? —, preguntó Copito, asombrado por el conejo que apareció entre los árboles. —Soy Píxel, y conozco todos los secretos del bosque. Puedo ayudarte—, respondió Píxel con un brillo en los ojos.
Superando juntos el bosque, enfrentaron luego la Montaña Ventosa. Allí ayudaron a Viento, un águila, a encontrar a su cría perdida.
—Gracias por vuestra ayuda—, dijo Viento, con un tono de gratitud. —Ahora os guiaré y protegeré en vuestro camino.
Al llegar al pueblo de los duendes, Copito se maravilló con su habilidad para crear juguetes. Un duende anciano le explicó: —Cada juguete que hacemos lleva un poco de alegría al mundo—. Copito, inspirado, trabajó junto a los duendes, aprendiendo sobre generosidad y colaboración.
En el Lago de los Reflejos, Copito se enfrentó a visiones de su pasado y futuros posibles. —El futuro cambia con cada decisión que tomamos—, le aseguró Píxel, poniendo una mano sobre el hombro frío de Copito.
Finalmente, Copito y sus amigos llegaron al Polo Norte. Papá Noel los recibió con los brazos abiertos. —He oído hablar de tu valentía y bondad, Copito. ¿Te gustaría quedarte como embajador de la alegría invernal? —, preguntó Papá Noel con una sonrisa cálida. —¡Me encantaría! — respondió Copito. Su corazón estaba lleno de felicidad.
Como embajador, Copito aprendió a esparcir felicidad. En Navidad, Papá Noel llevó a Copito de vuelta a visitar a Ana y Luis. —Cada Navidad volveré a visitarlos. Nuestra amistad es eterna—, prometió Copito mientras compartían galletas y risas.
—Continuaré llevando alegría y esperanza a todos los rincones del mundo—, se prometió a sí mismo, mirando el horizonte brillante. —Cada niño, en cada hogar, merece sentir la magia de la Navidad, y yo estoy aquí para asegurarme de que así sea.
Con la llegada de la primavera, aunque sabía que tenía que regresar al Polo Norte, Copito se despidió con la promesa de volver cada invierno. —La magia que nos has traído permanecerá en nuestros corazones—, dijo Ana, con lágrimas en los ojos.
Así, Copito continuó llevando alegría y esperanza al mundo, recordándonos la importancia de perseguir nuestros sueños y esparcir amor y magia dondequiera que estemos.
FIN
