Cuento: El fantasma tímido del ático
Mientras llovía suavemente, Clara y su familia llegaban a su nueva casa en el pequeño pueblo. La estructura antigua parecía observarlos con curiosidad desde sus ventanas desgastadas. Clara, emocionada y nerviosa, fue la primera en explorar.
—¡Mira, mamá! ¿Ves ese musgo? Parece un cuento de hadas—, exclamó Clara, asombrada por los detalles de la vieja casa.
Su madre, organizando cajas, sonrió. —Espero que dentro sea tan mágico como parece por fuera.
Intrigada por el misterio, Clara tomó una linterna y se aventuró hacia el ático. Subió la escalera de caracol, cada paso lleno de ecos del pasado. Al llegar, encontró un ático repleto de objetos cubiertos y una figura etérea en la esquina. Su presencia era tan ligera como una brisa, y sus ojos, grandes y expresivos, la observaban con una mezcla de curiosidad y timidez.
Clara, aunque sorprendida, no sintió miedo. —¡Hola! —, saludó, tratando de ocultar su sorpresa. —Soy Clara. ¿Y tú?
El fantasma parecía más asustado que ella. —Tim—, dijo él, ganando confianza. He estado aquí mucho tiempo… demasiado tiempo.
Con una sonrisa, Clara extendió su mano. —Bueno, parece que ahora somos vecinos.
Las tardes de Clara se llenaron de visitas al desván donde Tim la esperaba ansiosamente. —¡Hola, Tim! — gritaba al entrar, rompiendo el silencio del día.
Juntos compartían almuerzos imaginarios con una vieja vajilla encontrada entre las cajas. Una tarde, Tim comenzó a contarle su historia.
—He visto muchas familias ir y venir—, susurró Tim. —Siempre tuve miedo de asustarlas, así que me escondía.
Clara, movida por la historia, quiso ayudar. —A mi no me asustaste, Tim. Y creo que tengo una gran idea para ayudarte a ser más visible.
Tim, iluminado por la esperanza, aceptó su ofrecimiento. Empezaron a practicar juntos de entretenidas charlas, usando muñecos de trapo como invitados en sus juegos. Tim contaba historias y daba discursos, mientras Clara lo animaba.
Una tarde, Clara entró al desván con una caja decorada con dibujos coloridos y sacó un sombrero viejo, unas gafas de sol y un megáfono de juguete. —Primero, el ‘disfraz de confianza’. Vas a practicar presentarte con estos—, explicó.
Tim se puso el sombrero y las gafas, y con el megáfono dijo con firmeza, —Soy Tim, el fantasma amigable del desván.
—¡Perfecto! — Clara aplaudió. —Ahora, vamos a hacer que ayudes a una señora mayor sin asustarla—. Y así, jugaron y practicaron hasta que el fantasma Tim poco a poco se acostumbró a interactuar sin miedo.
Al final del día, Clara y Tim prepararon el desván para una pequeña fiesta, colgaron telas brillantes y luces de colores. Al atardecer, los espíritus de la casa comenzaron a llegar. Un caballero con monóculo, una señora mayor y una joven con vestido de baile aparecieron entre las sombras.
—Bienvenidos a nuestra fiesta—, dijo Tim, ganando confianza. —Me llamo Tim. Ha sido largo tiempo, pero estoy feliz de conocerlos.
—Querido, he oído rumores sobre ti—, dijo la señora mayor, acercándose. —Me llamo Agatha.
Las presentaciones siguieron, y Tim se sintió cada vez más cómodo. Jugaron a la silla musical con música de un gramófono antiguo y luego un juego de adivinanzas donde cada espíritu contaba anécdotas de su vida.
La fiesta estuvo llena de risas y conversaciones hasta el final de la noche.Tim miró a Clara con una sonrisa brillante de agradecimiento. —Gracias, Clara. Nunca pensé que podría hacer algo así.
—Ves, solo necesitabas un pequeño empujón—, respondió Clara. Ahora tienes un montón de nuevos amigos.
Esa noche, la casa no solo fue un escenario de Halloween, sino un hogar de historias, amistad y aceptación, creando una magia que resonaría en los corazones de los visitantes mucho tiempo después.
FIN