Cuento: El árbol que no tenía adornos
En un rincón sombreado del gran bosque, vivía un joven abeto llamado Brillín. Aunque era menos robusto que los otros árboles, su color verde brillante lo hacía destacar. Sin embargo, Brillín a menudo se sentía triste y solo, especialmente en Navidad, cuando veía a los otros árboles que eran adornados con luces y colores, convirtiéndose en el centro de las celebraciones.
—Ay, ¡cómo me gustaría ser uno de esos árboles y compartir mi espíritu festivo con todos! —suspiraba Brillín mientras miraba sus ramas vacías.
Una noche de invierno, cuando el aire estaba lleno de canciones navideñas, Brillín susurró sus deseos al viento frío.
—Oh, ¡si al menos pudiera brillar como ellos! —murmuraba con tristeza.
Por suerte, Luna, una liebre con un pelaje suave como la nieve, y Pico, un petirrojo de corazón cálido, lo escucharon.
—Pobre Brillín, tan solo en esta época —dijo Luna con una mirada compasiva.
—¡Este año será diferente! —exclamó Pico con decisión—. ¡Vamos a ayudarle para que brille como ninguno!
Al amanecer, después de una noche llena de ideas susurradas, Luna y Pico convocaron una reunión en el claro.
—¡Amigos del bosque! —anunció Pico con su voz clara—. Brillín necesita nuestra ayuda para sentirse especial esta Navidad.
Uno por uno, los animales se reunieron. Ernesto el erizo, Zas la ardilla y Brisa el zorro llegaron, entre muchos otros.
—¡Podemos adornar a Brillín con tesoros del bosque! —propuso Luna con entusiasmo.
—Usaremos bayas, piñas y hojas. ¡Incluso el rocío para simular luces! —agregó Ernesto, emocionado con la idea.
Los días siguientes, el bosque se llenó de actividad. Zas, ágil y veloz, saltaba de árbol en árbol recogiendo piñas y hojas.
—¡Mira, qué piñas tan perfectas para Brillín! —gritaba desde lo alto.
Luna, mientras tanto, recogía bayas y plumas delicadas. Ernesto buscaba musgo suave y ramas interesantes. Brisa, siempre el estratega, se aseguraba de que todo el trabajo estuviera coordinado.
—Así es, amigos. ¡Todo está saliendo perfecto! —dijo Brisa supervisando el trabajo.
Cuando finalmente adornaron a Brillín, cada rama resplandecía con belleza natural.
—Brillín, ahora eres el árbol más especial del bosque —dijo Luna, admirando su trabajo.
Esa noche, el claro se llenó de música y risas. Los animales bailaban y celebraban no solo la belleza de Brillín, sino también la fuerza de su unión.
Incluso Papá Noel, atraído por el resplandor especial del lugar, llegó al claro y quedó maravillado.
—¡Qué maravillosa muestra de creatividad y amor! —exclamó Papá Noel—. Brillín, tu espíritu navideño brilla más que cualquier adorno artificial.
Con un gesto mágico, esparció polvo de estrellas sobre Brillín, haciendo que sus decoraciones naturales brillaran aún más.
—Prometo visitar cada año este maravilloso lugar—prometió Papá Noel antes de partir.
Así, el abeto que una vez se sintió olvidado, se convirtió en el corazón de una tradición festiva. Y cada año, el bosque se iluminaba no solo con luces, sino con la alegría y la unidad de todos sus habitantes.
FIN