Cómo solucionar el mal comer en bebés de 0 a 36 meses

¡Mi bebé no quiere comer! Cómo afrontar el mal comer en niños de 0 a 36 meses

El momento de la alimentación puede ser uno de los más esperados por las familias con bebés y niños pequeños. Sin embargo, no siempre resulta tan sencillo como quisiéramos. En muchas ocasiones, nos topamos con una realidad que nos desconcierta: ¡Mi bebé no quiere comer! Este fenómeno, al que comúnmente llamamos “mal comer”, puede aparecer en cualquier etapa, pero es especialmente frecuente entre los 0 y los 36 meses de vida. Aun así, saber que otros padres han pasado por lo mismo y obtener pautas claras de actuación puede hacer una gran diferencia para sobrellevar esta situación con mayor calma y confianza.

A lo largo de este artículo, profundizaremos en las razones detrás de la falta de apetito en bebés y niños de corta edad, así como en estrategias efectivas que te ayudarán a convertir la hora de la comida en un momento agradable y constructivo para toda la familia. Si tu hijo atraviesa una etapa de bajo consumo de alimentos, no te alarmes antes de tiempo: a menudo es un proceso pasajero. No obstante, es fundamental prestar atención a su crecimiento y consultar con un especialista si persisten las dudas.

Mal comer: un fenómeno común y parte de su desarrollo

Aunque como padres nos estrese o inquiete ver que nuestros hijos rechazan la comida, es importante recordar que muchos niños pasan por fases en las que no tienen interés por ciertos alimentos o, incluso, por ningún tipo de comida. Esto puede producirse durante períodos específicos, especialmente frecuentes hasta los 5 años de edad, pero sin excluir etapas posteriores.

¿Por qué sucede? A menudo, se trata de un reflejo de su deseo de independencia. Durante los primeros años, los niños empiezan a desarrollar su personalidad y buscan expresarse, incluso a la hora de comer. Rechazar ciertos alimentos —o la comida en general— puede convertirse en una forma de demostrar su capacidad de decisión y control sobre su entorno. Por ello, en la mayoría de los casos, se considera una parte normal y transitoria del proceso de crecimiento.

Además, sus necesidades alimentarias fluctúan. En intervalos de crecimiento rápido, pueden tener un mayor apetito, mientras que en períodos de crecimiento más lento, el apetito disminuye. Es importante no confundir una disminución natural del hambre con un problema de salud. Asimismo, conviene saber que los niños necesitan menos cantidad de comida de la que solemos imaginar. Por eso, puede que tú sientas que no ha comido “nada”, pero, en realidad, ha cubierto sus necesidades diarias.

Habla con otros padres y, si es necesario, acude a un especialista

Si bien puede resultar desesperante, es de gran ayuda compartir experiencias con otros padres que hayan pasado por situaciones similares. Ellos pueden ofrecer una perspectiva más relajada e ideas útiles basadas en su propia vivencia.

No obstante, si la situación se prolonga, el crecimiento del niño se ve afectado (tanto en peso como en talla) o simplemente te sientes muy angustiada, no dudes en consultarlo con tu pediatra o con un dietista especializado. Estos profesionales podrán evaluar la situación de manera personalizada y, si fuera necesario, proponer cambios en la alimentación o realizar un seguimiento más cercano.

Consejos prácticos para mejorar la relación de tu hijo con la comida

Afortunadamente, hay varias estrategias que podemos poner en práctica para favorecer hábitos alimenticios saludables y animar a los niños a comer. A continuación, te compartimos algunas pautas generales que suelen dar muy buen resultado:

  1. Ofrecer comidas y snacks de forma regular
    En lugar de permitir que el niño “picotee” a lo largo del día, establece horarios claros para las comidas principales (desayuno, comida y cena) y para los refrigerios o meriendas intermedias. De esta forma, él sabrá qué esperar y su apetito se regulará en base a esa rutina.
  2. Comer al mismo tiempo que el niño
    Siempre que te sea posible, siéntate a la mesa a comer junto a él. Los pequeños aprenden por imitación y, al verte disfrutar de los alimentos, sentirán curiosidad y ganas de hacer lo mismo.
  3. Crear un ambiente agradable y sociable
    La comida no solo es un acto nutricional, sino también social y afectivo. Procura que el lugar donde coméis esté libre de distracciones (televisión, tabletas, juguetes ruidosos), de modo que tu hijo pueda concentrarse en la comida y en la interacción familiar. Tratar de mantener una atmósfera relajada y positiva es esencial.
  4. Hacer que la hora de la comida sea divertida
    Usa platos y vasos coloridos con personajes que le gusten, deja que explore texturas con sus dedos, permítele participar en la preparación si ya tiene edad suficiente para hacerlo sin riesgos. Estas pequeñas acciones pueden convertir la hora de comer en algo más interesante y lúdico.
  5. Establecer límites de tiempo razonables
    Aunque es esencial darles su espacio para comer, tampoco hay que permitir que la comida se prolongue durante demasiado tiempo. Unos 30 minutos por comida suelen ser suficientes. Si pasado este tiempo no hay más progreso, retira los platos sin dramas ni regaños.

Nunca fuerces a tu hijo a comer

Este es uno de los puntos más importantes: jamás obligues a tu hijo a comer si él se niega. Cualquier tipo de presión, reproche o castigo puede empeorar la situación y generar una asociación negativa con la comida. El objetivo es que la hora de la comida sea placentera, no una fuente de conflictos.

Presta atención a sus señales de saciedad. Un niño indica que ha comido lo suficiente cuando:

  • Gira la cabeza en señal de rechazo.
  • Empuja el plato o el bol lejos (¡y a veces hasta el suelo!).
  • Grita o protesta de forma clara.
  • Escupe repetidamente los alimentos.
  • Mantiene la comida en la boca sin tragarla.

Si detectas estas señales, intenta no mostrarte molesta o preocupada. Puede resultar difícil, pero lo mejor es retirar la comida con normalidad, sin regañar ni insistir en exceso. Siempre puedes ofrecerle algo distinto más adelante o, si se trata de una comida, esperar a la siguiente colación.

Premios y refuerzos: cómo utilizarlos adecuadamente

Hay veces en que, tras varios intentos, el niño cede y come. Si esto sucede, demuéstrale tu alegría y reconocimiento, con frases sencillas como “¡buen trabajo!” o “¡qué bien lo has hecho!”. Una sonrisa sincera puede tener un gran impacto en su motivación.

Ahora bien, evita recompensarle con comida chatarra o dulces. Es preferible otorgarle otro tipo de premio: un paseo por el parque, un rato extra de juego en familia o alguna pequeña actividad que le guste. De esta manera, no asociamos el comer con la obtención de alimentos poco saludables, sino con el placer de compartir un tiempo especial juntos.

¿Qué alimentos y cuándo ofrecerlos?

En los días o semanas en que tu hijo rechaza muchos alimentos, es mejor no insistir en introducirle sabores nuevos o muy diferentes. Apuesta por aquellos que sepas que le gustan, pero siguiendo unas pautas equilibradas. Comienza siempre con porciones pequeñas para no sobrecargar el plato y, si se las termina, entonces ofrécele más.

Evita sustituir una comida rechazada por otra totalmente distinta en el momento. Esto podría reforzar la idea de que si protestan lo suficiente, siempre obtendrán su alimento preferido. Es preferible mantener un menú variado pero no ceder de inmediato ante el rechazo.

Asimismo, hay bebidas y alimentos que pueden saciar en exceso antes de la comida, como refrescos, batidos, o la propia leche en grandes cantidades cerca de la hora de comer. Lo mismo sucede con snacks poco nutritivos (papas fritas, galletas, etc.). Intenta reservar estos caprichos para momentos puntuales y mantenlos lejos de la franja horaria de las comidas principales.

Ideas de alimentos fáciles y atractivos

  • Bocadillos pequeños o sándwiches sencillos con queso, jamón o pavo.
  • Salchichas o trocitos de carne de pollo, ternera, cerdo o pescado (preferiblemente blandos y fáciles de masticar).
  • Verduras en tiras (zanahoria cocida, calabacín) y frutas troceadas de modo atractivo (rodajas de plátano, trocitos de manzana).
  • Quesos blandos o en porciones que el niño pueda tomar con la mano.
  • Legumbres (lentejas, garbanzos, frijoles) cocinadas y trituradas o en formato de hamburguesas vegetales.

La importancia de la leche y los lácteos

La leche es una fuente esencial de calcio y otros nutrientes. Lo ideal es que el niño tome alrededor de medio litro (500 ml) de leche al día. Puedes combinarla con yogures, quesos suaves, flanes, natillas o arroz con leche. Estos alimentos ofrecen variedad y aportan el calcio que necesita para crecer con huesos y dientes fuertes.

Sin embargo, ten en cuenta que la leche no debe sustituir las comidas sólidas. Controla la cantidad diaria de leche (o batidos lácteos) que toma, para que no lo llene tanto antes de la hora de comer. Si el niño se sacia exclusivamente con leche, es normal que luego rechace el alimento sólido.

Carnes, pescados y otras fuentes proteicas

  • Escoge carnes magras y retira la grasa visible.
  • El pescado es una gran alternativa, sobre todo si se cocina de forma suave o desmenuzada.
  • Si a tu hijo le gustan las texturas blandas, opta por carne picada en salsas, albóndigas o hamburguesas caseras, salchichas de buena calidad o palitos de pescado.
  • Las legumbres son excelentes sustitutos de la carne o el pescado. Prueba con lentejas, garbanzos o guisantes en guisos o cremas suaves.

Hidratos de carbono: básicos en su dieta

Los hidratos de carbono son fundamentales para proporcionar energía. Los cereales en el desayuno, el pan, la pasta, el arroz y las patatas deben formar parte de su alimentación diaria. A muchos niños les gustan los cereales sencillos (sin exceso de azúcar) y el pan tostado, por lo que el desayuno puede resultar un momento perfecto para incorporar estos alimentos.

Un ejemplo de desayuno podría ser:

  • Un pequeño bol de cereales con leche.
  • Una tostada con un poco de mantequilla y mermelada.

Conclusión: paciencia, constancia y amor

En definitiva, enfrentarte al “mal comer” de tu bebé o niño pequeño puede generar estrés y preocupaciones, pero ten presente que, en la mayoría de los casos, se trata de una fase temporal y normal. Mantener la calma, establecer rutinas adecuadas y ofrecer alimentos sanos y atractivos son pilares fundamentales para guiar a tu hijo hacia una relación positiva con la comida.

La clave está en el equilibrio: ni forzar ni rendirse a la primera negativa. Observa sus señales, respeta sus tiempos y busca reforzar positivamente cada pequeño avance. Si aun así sientes que la situación se complica o que su crecimiento se ve afectado, no dudes en contar con el apoyo de un especialista. Recuerda que cada niño es único y tiene su propio ritmo de desarrollo.

Lo más importante es brindar amor, cariño y un entorno acogedor que haga del comer una experiencia agradable. Con paciencia y constancia, verás cómo, paso a paso, tu pequeño irá descubriendo el placer de la comida y construirá hábitos saludables que le acompañarán toda la vida.

(Este artículo es solo informativo y no reemplaza la consulta o el diagnóstico de un profesional de la salud. Ante cualquier síntoma preocupante o duda persistente, contacta con el pediatra.)

¿Cómo se ha redactado este artículo? Este artículo ha sido elaborado utilizando recomendaciones de expertos y extrayendo información de fuentes médicas y gubernamentales confiables, incluyendo el NHS, la Clínica Mayo, el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU., la Academia Americana de Pediatría y el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos. Es importante destacar que el contenido presentado en esta página no está destinado a sustituir la consulta médica profesional. Te aconsejamos que consultes a un profesional médico para recibir un diagnóstico y tratamiento adecuados.

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