Antibióticos en niños de 0 a 36 meses: Uso responsable, preguntas frecuentes y recomendaciones clave
El descubrimiento de los antibióticos supuso un antes y un después en la historia de la medicina, particularmente en la pediatría. Gracias a estos medicamentos, la mortalidad infantil causada por infecciones bacterianas se ha reducido drásticamente en las últimas décadas. Sin embargo, pese a su extraordinaria eficacia, no debemos pasar por alto que un uso inadecuado puede acarrear efectos adversos y complicaciones, como la aparición de resistencias bacterianas. Este fenómeno, cada vez más frecuente, hace que tratamientos que en el pasado eran muy efectivos ahora deban replantearse, con el consiguiente riesgo para la salud de los más pequeños.
En niños de 0 a 36 meses, el sistema inmunitario está en pleno desarrollo y, por ello, es común que padezcan múltiples infecciones a lo largo de sus primeros años de vida. Sin embargo, no todos los procesos infecciosos requieren antibióticos. Muchas enfermedades típicas de la infancia, como resfriados comunes, bronquitis virales o la mayor parte de las otitis medias, están causadas por virus y no se benefician en absoluto del uso de estos fármacos. Es crucial que los padres conozcan cuándo son realmente necesarios los antibióticos, cuáles pueden ser sus efectos secundarios, qué precauciones deben tomarse, y por qué es tan importante no abusar de ellos.
En este artículo, ofrecemos una visión clara y completa sobre el uso de antibióticos en niños de 0 a 36 meses, abordando temas como su mecanismo de acción, las precauciones que deben adoptarse a la hora de administrarlos y las respuestas a las dudas más frecuentes de muchos padres. El objetivo es dotar a las familias de la información necesaria para que, junto con la recomendación experta de los pediatras, tomen las mejores decisiones para la salud de sus hijos.
¿Por qué los antibióticos son tan importantes en pediatría?
Los antibióticos son sustancias que actúan bloqueando o destruyendo el crecimiento de bacterias patógenas, impidiendo que proliferen y causen complicaciones graves. Desde que Alexander Fleming descubriera la penicilina en 1928, estos fármacos han salvado millones de vidas en todo el mundo. En pediatría, su uso es particularmente relevante cuando se diagnostican infecciones bacterianas potencialmente peligrosas, como algunas neumonías, fiebres bacterianas, infecciones del tracto urinario o ciertas otitis medias con complicaciones.
En el caso de los niños de 0 a 36 meses, su sistema inmunitario aún no está completamente maduro. Por ello, pueden ser más vulnerables frente a determinadas bacterias. Una infección que en niños mayores o adultos no pasa de ser un simple cuadro leve, en un lactante podría complicarse más rápidamente. Con todo, esto no justifica la utilización sistemática de antibióticos ante cualquier síntoma o fiebre, ya que la mayoría de las infecciones a estas edades, sobre todo las respiratorias, suelen ser de origen vírico.
Beneficios de los antibióticos:
- Reducción de la mortalidad infantil: Han contribuido de forma decisiva a que muchas infecciones que antes resultaban letales en bebés hoy se controlen de manera eficaz.
- Eficacia contra un amplio espectro de bacterias: Actualmente existe un gran abanico de antibióticos capaces de combatir casi todas las bacterias conocidas que afectan a los niños.
- Disminución de complicaciones de infecciones bacterianas comunes: Infecciones urinarias, anginas bacterianas o neumonías suelen recibir tratamientos muy concretos que acortan la duración de la enfermedad y evitan secuelas.
No obstante, la clave radica en que el diagnóstico sea certero y que el pediatra paute el medicamento idóneo, en la dosis adecuada y durante el tiempo recomendado. Esto último resulta esencial para asegurarnos de que la bacteria sea eliminada por completo y no desarrolle resistencia.
Uso adecuado y prudente de los antibióticos
- a) Identificar la causa de la infección
El primer paso para un uso responsable de los antibióticos es diferenciar si la infección del niño es de origen bacteriano o vírico. Como se menciona en muchas guías clínicas, más del 80% de las infecciones en la infancia son provocadas por virus. En estos casos, el antibiótico no tiene ningún efecto beneficioso, pues está diseñado para actuar contra bacterias, no contra virus. Aun así, en ocasiones, una infección viral puede derivar en una sobreinfección bacteriana. Esto solo lo puede determinar el pediatra mediante la observación de síntomas, exploración física, posibles análisis de laboratorio y experiencia clínica. - b) Ajustar la dosis y el tiempo de tratamiento
Cada antibiótico presenta unas pautas específicas de administración. Generalmente, las dosis se calculan en función del peso y de la edad del niño. La duración del tratamiento suele oscilar entre 3 y 10 días, dependiendo de la bacteria que se quiera combatir, el tipo de antibiótico y la respuesta individual de cada paciente. Suspender el tratamiento de manera prematura, aunque el niño parezca encontrarse bien, fomenta la supervivencia de las bacterias más resistentes y dificulta la erradicación total de la infección. - c) Supervisión médica continua
Los niños pequeños pueden presentar cambios rápidos en su estado clínico. Una fiebre que no remite, un empeoramiento del estado general o la aparición de erupciones cutáneas son señales de alarma que deben ser valoradas por el pediatra de inmediato. Del mismo modo, si el antibiótico genera efectos adversos (diarrea intensa, vómitos persistentes, reacciones alérgicas), el médico será quien decida si se modifica la pauta o se sustituye por otro fármaco.
La importancia de evitar resistencias bacterianas
Las resistencias bacterianas constituyen uno de los mayores desafíos médicos de la actualidad. Ocurren cuando las bacterias aprenden a defenderse frente a la acción de un determinado antibiótico, volviéndose inmunes y haciendo que el medicamento pierda efectividad. Este fenómeno se ha disparado en las últimas décadas, sobre todo por el abuso o mal uso de los antibióticos.
¿Por qué es tan preocupante?
- Cuando las bacterias se vuelven resistentes, tratar enfermedades comunes (neumonía, infecciones de oído, infecciones urinarias) se convierte en un reto.
- Se incrementa la probabilidad de necesitar fármacos más potentes o combinaciones de varios antibióticos, lo cual aumenta los costes del tratamiento y el riesgo de efectos secundarios.
- A nivel global, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado de que, sin un uso racional de los antibióticos, podríamos volver a una era en la que infecciones hoy tratables podrían resultar mucho más peligrosas.
En el contexto de los niños de 0 a 36 meses, que son más sensibles y tienen un sistema inmune en formación, es esencial no exponerlos innecesariamente a antibióticos para evitar tanto la perturbación de su microbiota intestinal como la aparición de resistencias. La mejor estrategia es siempre la individualización del tratamiento, pautado única y exclusivamente bajo prescripción y seguimiento pediátrico.
¿Cuándo se necesita realmente un antibiótico?
Determinar el origen bacteriano de una infección puede ser complejo y requiere de la experiencia del pediatra. Estos son algunos escenarios frecuentes en los que los antibióticos sí suelen estar indicados:
- Neumonías bacterianas: Si un niño presenta fiebre alta, tos productiva (con flemas) y signos de compromiso respiratorio, el pediatra puede sospechar una neumonía bacteriana, que requiere antibióticos para su resolución.
- Otitis media bacteriana: Aunque muchas otitis pueden ser virales, cuando el dolor de oído es intenso y se acompaña de fiebre persistente o supuración, suele plantearse el uso de antibióticos.
- Infecciones urinarias: Estas infecciones, diagnosticadas mediante análisis de orina, suelen requerir tratamiento antibiótico para evitar complicaciones renales.
- Amigdalitis bacteriana: Determinadas amigdalitis (por ejemplo, la faringoamigdalitis estreptocócica) responden bien a antibióticos como la penicilina o la amoxicilina. Los síntomas que alertan de una posible causa bacteriana incluyen placas blancas en la garganta, fiebre alta, adenopatías y la ausencia de síntomas típicos de infección viral como congestión nasal o tos.
En cambio, los resfriados comunes, la mayoría de las faringitis sin placas, la gripe y otras infecciones respiratorias habituales en la edad infantil suelen ser de causa vírica. En estos casos, el antibiótico no aportará ningún beneficio y, de hecho, puede generar perjuicios si se utiliza sin justificación.
Efectos secundarios y mitos alrededor de los antibióticos
- a) Efectos secundarios reales
Aunque muchos antibióticos de última generación se han perfeccionado para minimizar las reacciones adversas, algunos niños pueden experimentar:
- Problemas gastrointestinales: Diarrea leve, náuseas y vómitos son las reacciones adversas más frecuentes. Para ayudar a reequilibrar la flora intestinal, a menudo se recomienda el consumo de probióticos (yogures con bífidus, lactobacilos, etc.) durante el tratamiento.
- Reacciones alérgicas: La hipersensibilidad a antibióticos como la amoxicilina o la penicilina puede manifestarse en forma de erupciones cutáneas, ronchas, urticaria o, en casos muy poco frecuentes, anafilaxia. Si el niño presenta alguno de estos síntomas, es imprescindible suspender la medicación y consultar de inmediato.
- Alteraciones de la flora intestinal: En los primeros años de vida, la microbiota intestinal es muy importante para el desarrollo del sistema inmunitario. Un uso desmedido de antibióticos puede alterar esa flora beneficiosa.
- b) Mitos frecuentes
- “Los antibióticos producen debilidad o bajan las defensas.” Falso. No existe evidencia científica de que los antibióticos produzcan inmunodepresión. Actúan eliminando o inhibiendo bacterias, mientras el sistema inmune continúa cumpliendo su función.
- “Los antibióticos siempre curan la fiebre.” No es cierto. La fiebre puede tener muchos orígenes (viral, bacteriano, inflamatorio). El antibiótico solo es efectivo contra bacterias, no contra la fiebre de por sí.
- “Si mi hijo se cura antes, puedo dejar de dárselo.” Esto es un grave error. Suspender el tratamiento antes de tiempo favorece la aparición de bacterias resistentes.
Preguntas y respuestas frecuentes sobre antibióticos en niños pequeños
A continuación, recopilamos algunas de las cuestiones más habituales que se hacen los padres acerca del uso de antibióticos en niños de 0 a 36 meses (y de hasta algo más de edad), basándonos en casos reales y en la experiencia de pediatras. Cada una de estas situaciones es muy común y, además de la recomendación puntual, puede servir de guía para otras circunstancias similares.
Mi niño siempre tiene bronquitis, empieza con pitos y casi siempre después de los aerosoles le acaban dando antibiótico. Tuvo una neumonía. Ahora un nuevo pediatra no le quiere dar antibióticos de entrada porque no le conoce. ¿Puede complicarse?
Es comprensible que los padres teman que una bronquitis acabe derivando en algo más serio, sobre todo si ya ha habido antecedentes de neumonía. Sin embargo, la mayor parte de las bronquitis en edad infantil, especialmente cuando se habla de “pitos” o silbidos en el pecho, tienen un origen vírico o bien un componente alérgico subyacente. Por ello, muchos pediatras priorizan el uso de broncodilatadores, lavados nasales y otras medidas de soporte antes de introducir un antibiótico.
El hecho de que el pediatra sea más cauto al recetar antibióticos no significa que esté siendo negligente, sino que probablemente busque evitar un uso innecesario de estos fármacos. Solo cuando se sospecha una sobreinfección bacteriana (por ejemplo, persistencia de fiebre alta, síntomas de empeoramiento claro, dificultad respiratoria progresiva) se considera la administración de antibióticos. Esto siempre se hace bajo criterio médico y con una exploración cuidadosa. Por tanto, no es frecuente que, sin indicación clara, una bronquitis de causa vírica se complique solo por no haber usado antibióticos de entrada.
A mi niña de 3 años le dieron una vez un antibiótico de 3 días que le fue muy bien. Es muy mala para tomar medicamentos. Mi pediatra, el otro día, le mandó uno cada 8 horas durante 8 días para tratar una otitis. ¿Puedo cambiarlo por el otro?
No se recomienda el cambio de antibiótico sin la supervisión del pediatra, ya que cada infección requiere un tratamiento específico. La azitromicina, por ejemplo, es un antibiótico del grupo de los macrólidos que suele administrarse en pautas cortas (3 a 5 días), pero no siempre es el de primera elección para todas las infecciones, incluyendo otitis. Existen ciertas bacterias que han desarrollado resistencia a la azitromicina, y en esos casos no resultaría eficaz.
Si tu pediatra ha recetado un antibiótico cada 8 horas durante 8 días, es porque considera que es la mejor opción para la bacteria que probablemente está causando la otitis de tu hija. Cambiarlo por otro sin consultar podría derivar en un tratamiento insuficiente o inadecuado, con el consiguiente riesgo de recaída o de perpetuar la infección.
Mi bebé de 12 meses tuvo alergia a un antibiótico que llevaba amoxicilina. A los 3 días le salieron muchas ronchas. Ahora le han mandado otro, de otra marca, y resulta que también lleva amoxicilina. ¿Debo parar el tratamiento?
Las reacciones cutáneas en lactantes pueden tener causas diversas. A menudo, se confunde una erupción viral con una reacción alérgica a un antibiótico. Es cierto que la amoxicilina puede causar alergias, pero también es posible que las ronchas se debieran a un exantema vírico típico de la infancia.
Lo ideal es continuar con el tratamiento prescrito si el pediatra lo ha recomendado así, pero con una vigilancia especial. Si notas que tu bebé desarrolla nuevamente ronchas u otros signos de alergia (inflamación de labios, lengua, dificultad respiratoria), debes suspender inmediatamente el antibiótico y consultar de urgencia. Además, es aconsejable hablar con un alergólogo pediátrico si se sospecha una alergia real a la amoxicilina u otros betalactámicos.
Desde que empezó la guardería, mi niño no para de enfermar y de tomar antibióticos. Le sientan fatal al estómago y le dan diarrea. ¿Qué puedo hacer?
Es muy frecuente que los niños que empiezan la guardería encadenen resfriados, bronquitis y otitis. En un porcentaje considerable de los casos, estas infecciones son virales y no requieren antibiótico. Sin embargo, si tu pediatra determina que el origen es bacteriano, el uso de antibióticos puede resultar necesario.
Respecto a la diarrea o las molestias gastrointestinales asociadas, existen varias medidas para mitigar estas complicaciones:
- Uso de probióticos: Incluir alimentos con bífidus, yogures o preparados específicos de lactobacilos puede ayudar a restaurar la flora intestinal.
- Buena hidratación: Es fundamental ofrecer líquidos con frecuencia para prevenir la deshidratación.
- Revisar con el pediatra la necesidad de cada tratamiento: A veces, se tiende a recetar antibióticos de forma preventiva ante la más mínima sospecha de infección bacteriana. Es importante dialogar con el pediatra para asegurarse de que el antibiótico está realmente indicado.
Si la diarrea es importante o aparecen moco y sangre en las heces, se debe suspender el antibiótico y consultar de inmediato, pues podría indicar una colitis asociada al fármaco u otra complicación.
¿Es peligroso dar medicamentos homeopáticos en lugar de antibióticos a un niño con infección respiratoria?
Lo verdaderamente peligroso es que los padres tomen esta decisión sin un diagnóstico médico acertado. Las infecciones bacterianas pueden agravarse si no se tratan adecuadamente con antibióticos, llegando a complicaciones de mayor envergadura. Por otro lado, muchas infecciones respiratorias (resfriados, bronquitis leves, etc.) tienen origen vírico y no se benefician de los antibióticos, pudiendo gestionarse con medidas de soporte o, según algunos padres, con homeopatía bajo supervisión médica.
La clave radica en no sustituir nunca un tratamiento antibiótico necesario por otro remedio sin consultarlo previamente con el pediatra o un médico homeópata capacitado. Cada caso es único, y si se determina que la infección es de origen bacteriano, el antibiótico suele ser indispensable.
Mis cuñados viven en Holanda y allí casi nunca usan antibióticos para sus hijos pequeños. En cambio, aquí mi pediatra casi siempre acaba recetándolos. ¿Es normal?
Las pautas y la frecuencia de uso de antibióticos pueden variar de un país a otro por múltiples razones:
- Diferencia en la asistencia a guarderías: En algunos países, los niños no comienzan la escolarización tan temprano, lo cual reduce el contagio de infecciones.
- Resistencias locales: En España y en otros países con mayor tasa de automedicación, las resistencias bacterianas son más frecuentes, lo que obliga a veces a intervenir con mayor rapidez o con antibióticos más potentes.
- Diferencias culturales y de protocolos médicos: Los profesionales sanitarios pueden tener criterios distintos basados en guías clínicas y experiencia local.
No obstante, la mayoría de las infecciones respiratorias en niños son de causa vírica y no requieren antibiótico. Lo ideal es que expreses tu preocupación a tu pediatra, aclarando tus dudas acerca de las resistencias y de la necesidad real de cada prescripción. Una buena comunicación médico-paciente (o en este caso, médico-padres) es esencial para consensuar el mejor tratamiento.
Si mi niño ya se encuentra bien, ¿por qué debo acabar los 8 días de antibiótico? He oído que no es bueno tomar antibióticos tanto tiempo.
Es imprescindible cumplir con la pauta completa de antibiótico. Cuando se interrumpe el tratamiento antes de tiempo, muchas bacterias, especialmente las más resistentes, pueden sobrevivir y multiplicarse. Como consecuencia, no solo se corre el riesgo de recaída, sino que se contribuye a aumentar la resistencia de esas bacterias al antibiótico. Esto hace que futuras infecciones resulten más difíciles de tratar.
Si tu preocupación radica en los posibles efectos secundarios del antibiótico, habla con tu pediatra para valorar la necesidad y, en caso de molestias gastrointestinales, recurrir a los probióticos y consejos antes mencionados.
Mi hijo siempre tiene fiebre alta y, muchas veces, no le recetan antibióticos. Yo paso mucho miedo con la fiebre y temo que se complique. ¿Qué puedo hacer?
La fiebre es, principalmente, un mecanismo de defensa del organismo. Por sí misma no justifica la prescripción de antibióticos. Un resfriado o una gripe de origen vírico pueden cursar con fiebre alta (39-40 °C) sin que ello implique la necesidad de antibiótico.
Lo más importante es valorar el estado general del niño: si está decaído, si no come ni bebe, si respira con dificultad, si aparecen otros síntomas de alarma. En lactantes muy pequeños (por debajo de 3 meses) la fiebre sí es un signo de urgencia y debe evaluarse con prontitud. Pero en niños algo mayores, con buen estado de ánimo y que mantengan una adecuada ingesta de líquidos, la fiebre, aunque sea alta, se puede manejar con antitérmicos y medidas físicas (baños tibios, ropas ligeras).
Si la fiebre persiste más de 3 días o el estado general empeora, es fundamental volver a consultar al pediatra, quien determinará si en ese punto se sospecha alguna infección bacteriana que precise tratamiento antibiótico.
Recomendaciones finales para los padres
- Sigue siempre las indicaciones del pediatra: No te automediques ni uses recetas anteriores sin consultar, aunque los síntomas parezcan similares a los de otra ocasión.
- Identifica la naturaleza de la infección: Recuerda que la mayoría de las infecciones en la infancia son virales y, por tanto, no requieren antibióticos.
- Respeta la duración y la dosis pautadas: Nunca suspendas el tratamiento prematuramente. Sigue fielmente las instrucciones sobre horarios y dosis.
- Vigila posibles reacciones adversas: Si aparece diarrea importante, exantemas cutáneos o cualquier signo de alarma, contacta al pediatra para que valore la situación.
- Contribuye a prevenir resistencias: Usa los antibióticos con criterio, únicamente cuando sean necesarios.
- Cuida la flora intestinal del niño: En caso de diarrea leve por antibióticos, busca alimentos probióticos o suplementos de lactobacilos, siempre consultándolo con el pediatra.
- Mantén la calma ante la fiebre: Valora si el estado general del niño es bueno o no. Usa antitérmicos cuando sea necesario y controla la evolución.
- Comunica tus dudas y temores: El pediatra es tu mejor aliado para tomar decisiones informadas. Si algo te preocupa, pregunta sin miedo hasta sentirte seguro.
Conclusión
El uso de antibióticos en niños de 0 a 36 meses es un tema de gran relevancia, que requiere un equilibrio entre los beneficios terapéuticos y los posibles riesgos de un uso indiscriminado. Estos fármacos han demostrado su eficacia para salvar vidas y evitar complicaciones en infecciones bacterianas graves; sin embargo, no todos los procesos febriles o respiratorios necesitan tratamiento antibiótico, dado que muchas veces su origen es vírico.
Para los padres, la responsabilidad más importante es actuar siempre bajo la supervisión de un profesional de la salud: seguir sus indicaciones en cuanto a la dosis y duración del tratamiento, informarle de cualquier reacción adversa y no presionar para obtener una receta de antibióticos si el pediatra considera que no es necesario. De este modo, no solo protegemos la salud inmediata del niño, sino que también contribuimos a preservar la eficacia de estos fármacos para las generaciones futuras.
Recuerda que la fiebre y los procesos infecciosos pueden resultar estresantes para cualquier familia, pero la clave está en la información y el acompañamiento profesional adecuado. Mantener la confianza en el criterio médico y evitar la automedicación son pilares fundamentales para garantizar la mejor atención a los pequeños en esta etapa de su vida tan delicada y a la vez tan llena de descubrimientos.
En definitiva, los antibióticos son aliados poderosos cuando se usan correctamente, pero debemos ser prudentes para asegurarnos de que sigan siéndolo en el futuro. La salud de nuestros hijos y la efectividad de los tratamientos dependen en gran medida del uso racional y responsable de estos medicamentos. Ante cualquier duda, consulta siempre con tu pediatra, quien sabrá guiarte y orientarte de la mejor manera para proteger la salud de tu hijo.
(Este artículo es solo informativo y no reemplaza la consulta o el diagnóstico de un profesional de la salud. Ante cualquier síntoma preocupante o duda persistente, contacta con el pediatra.)
¿Cómo se ha redactado este artículo? Este artículo ha sido elaborado utilizando recomendaciones de expertos y extrayendo información de fuentes médicas y gubernamentales confiables, incluyendo el NHS, la Clínica Mayo, el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU., la Academia Americana de Pediatría y el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos. Es importante destacar que el contenido presentado en esta página no está destinado a sustituir la consulta médica profesional. Te aconsejamos que consultes a un profesional médico para recibir un diagnóstico y tratamiento adecuados.